Los orcos, seres monstruosos y salvajes
que habitan en toscas ciudades y bastiones, en los que combaten entre sí
continuamente ya sea por liderazgo, hembras, o mil motivos más, pues cualquier
mínima escusa es motivo de trifulca.
Así como los vampiros se podría decir que
son la versión malvada de los aldeanios, los orcos podrían ser la de los
bárbaros. Humanoides de piel verdosa o rojiza, de grandes cuerpos pesados,
repletos de músculos como el acero, y de altura comprendida entre el metro
ochenta y los dos metros, convierten a los orcos en máquinas de matar
despiadadas y terroríficas.
Aunque portan toscas armaduras y
empuñan armas enormes, disponen de elementos naturales que hacen que sus
enemigos tiemblen con solo contemplarlos, inmundas garras y colmillos, serrados
y amarillentos con los que desgarran, trituran, y machacan a sus contrincantes.
Aunque su inteligencia no es comparable con la del resto de razas, son capaces
de comunicarse, crear tácticas de combate, y desempeñar algunos oficios, como
la construcción y la herrería, incluso algunos de sus miembros optan por el
arte de la magia negra primitiva, convirtiéndose en chamanes despiadados, los
cuales reciben una alta posición en las sociedades orcas.
Al igual que los bárbaros, los orcos
están divididos en clanes, algunos de ellos más débiles y minoritarios, y otros
más poderosos y numerosos. Como los vampiros, los orcos desprecian a todo tipo
de vida, sobre todo a los enanos, a los que odian por encima de todo.
Desde el principio de sus días cuando
los humanos llegaron a Zharegron, estos seres se han obsesionado con matar,
destruir y esclavizar al resto de pueblos. Con el paso de los siglos los orcos
han formado alianzas con razas mucho más minoritarias, que comparten su
instinto animal y odio hacia el resto de habitantes del mundo, a las cuales
usan como armas de combate, como es el caso de los trolls y los trasgos.
Aunque
pueden vivir en torno a los cien años, pocos consiguen
sobrepasar los sesenta, pues la mayoría mueren ya sea en combate, peleas, o
asesinados por sus propios congéneres. Sin embargo se reproducen de forma
prolífica y constante, compensado así la balanza de su sociedad.
Ogros
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